La locura en la Ópera
Actualizado: 13 nov 2023
Introducción a la Ópera de Félix Maximo López (1742-1821 bicentenario), "Los Locos".
Desde el lamento anónimo del barroco temprano La Pazzia (La Locura), o La Pazza (La Loca), este tema ha sido utilizado como un elemento de evasión. La locura era la única vía de escape en un mundo machista, donde el control social hacia la mujer era casi absoluto. La locura era casi imprescindible, era una herramienta para evadirse. No es pues sólo un fenómeno médico, sino social, sobre todo en el Barroco.
La finta pazza (La loca fingida) es una ópera compuesta por Francesco Sacrati con libreto de Giulio Strozzi . Su estreno en Venecia durante la temporada de Carnaval de 1641 inauguró el Teatro Novissimo.. Se convirtió en una de las óperas más populares del siglo XVII. La finta pazza es una variación de la historia de Aquiles en Skyros, con Deidamia y Aquiles como personajes principales, y también protagonizada por Licomedes, Ulises, Caronte y Diomedes. Está ambientado en la isla Skyros en los meses previos al inicio de la Guerra de Troya. Deidamia es la amante secreta de Aquiles y juntos tienen un hijo, Pirro. Aquiles fue enviado a la isla por su madre para evitar que se viera atrapado en la Guerra de Troya, y vive allí de incógnito, disfrazado de princesa. Ulises y Diomedes, en busca de aliados en la guerra, han llegado a la isla; cuando Aquiles quiere unirse a la guerra, Deidamia finge locura para mantenerlo en la isla. Al final se casan y se van juntos.
También en la pintura, en el Museo del Prado puede contemplarse el cuadro del Bosco (-,1516) La extracción de la piedra de la locura. Se basa en la idea de que «algo» (¿una piedra?) que está en el cerebro del loco es lo que está provocando el trastorno, y hay que extraerlo.
Voltaire (1694-1798) escribe en su Diccionario de filosofía: «Llamamos locura a esa enfermedad de los órganos del cerebro que impide necesariamente a un hombre pensar y actuar como los demás».
Incluso Beethoven en El testamento de Heiligenstadt escribe una carta a sus hermanos Carl y Johann en Heiligenstadt, el 6 de octubre de 1802. Refleja su desesperación por su sordera creciente, incluso su contemplación del suicidio, y su continuo deseo de superar sus dolencias físicas y emocionales para completar su destino artístico. Beethoven guardó el documento entre sus papeles privados y probablemente nunca se lo mostró a nadie. Fue descubierto en marzo de 1827, después de la muerte de Beethoven, por Anton Schindler y Stephan von Breuning, quienes lo hicieron publicar el siguiente octubre.
La locura puede ser ese elemento clave que sirviera para pasar a un estrato superior en el Arte, en la Ópera. Esta ‘obra’ de Félix Máximo López, ceñida en su título a un homenaje hacia Los Locos, a la Locura disparatada pero que encierra una verdad absoluta al estilo Lope de Vega (López parece querer escudarse en ella para desplegar un compendio de conocimientos, un alarde cultural y talentoso), contiene este elemento que posteriormente sirviese para definir lo que sería la Gran Ópera, aquella en la que la muerte derivada de un trastorno enajenado, loco, es el cénit de la misma, el colofón y punto final como efecto de mayor poder. Dramatismo romántico. Ciertamente la evolución del significado psicológico del término pasó de desvaríos de toda índole, que en principio tenía connotaciones semi-cómicas, a los de mayor golpe de efecto teatral/artístico, el drama amoroso que culmina en suicidio. En realidad estas locuras no lo son tanto, tienen explicación, no desde el punto de vista terapéutico o médico sino del consciente, tiene un porqué, un sentido y un contenido muy interesante, revelador y artístico.
En mi otro descubrimiento operístico, “Laura y Don Gonzalo” (1840?, autor desconocido y atribuido a Ramón Carnicer), esta locura consiste en el amor desproporcionado, que siendo correspondido, parece llegar a ser imposible y que provoca que las dos almas se unan finalmente en el suicidio cantando victoria y venerando a Dios.
Si bien la locura se fue tornando en resaltar el aspecto dramático que puede conllevar en la posterior Ópera romántica, evidencia que fue un precoz eslabón consustancial al género lírico.
El amor y el engaño (o desengaño) son temas eternos del ser humano, pero también de la ópera. Un triángulo que se cierra con la locura. Y es que este género musical no se entendería sin la irrupción de la enajenación mental de alguno de sus personajes. Una insania asociada al crimen en unos casos, al suicidio en otros, que suele darse con más frecuencia en ellas. Estos dramas están repletos de heroínas que pierden la razón, estado ideal para dar paso a filigranas imposibles y a agudos inentendibles en otras circunstancias.
El doctor Fustinoni concede a la ópera una dimensión científica diseccionando numerosos títulos. La melancolía, la esquizofrenia, los delirios… Fustinoni analiza cada comportamiento relacionado con la demencia para llegar a conclusiones reveladoras. El estudioso halló 77 suicidios (45 mujeres y 32 hombres) en 306 óperas. Un homicidio fue la circunstancia que desencadenó este trágico final en siete de estos casos.
Algunos fragmentos de locura en la ópera romántica: Qui la voce sua soave, Bellini, I Puritani; Il Pirata, Bellini – Col sorriso d’innocenza; Donizetti – Ana Bolena - Piangete voi…Coppia inicua; Mad Scene - Lucia di Lammermoor , Donizetti; Ah, non credea mirarti! – La Sonnambula, Bellini; Una macchia è qui tuttora (Macbeth/Verdi); Lucía de Lammermoor – Donizetti.
La locura lúbrica que se va apoderando de Salomé en la ópera de Strauss, locura que la lleva a la muerte, que ya había sido anunciada con el suicidio del guardián enamorado que sabe que su amor no tiene salida.
Mención aparte merecen los hechos a los que asistimos como espectadores en Les Troyens (de Berlioz) y Jovánschina (Músorgski). Aquí la pérdida voluntaria de la vida no se ciñe a una persona, sino al coro al completo. Tampoco se nos escapan los intentos de autolesiones en los que no llegó la sangre al río, pero que condenaron al ostracismo a unas cuantas almas atormentadas.
Mitología, creencias, imaginación, crónicas, historia y realidad social se entremezclan sin dejar atrás la propia patología de los autores que, al hilo de las composiciones, van trenzando sus propios conflictos con los del espectador que, en el espacio psíquico que se crea entre él y la representación, oye, siente, se conmueve, ríe, llora.
La locura es un tema que inspira y además muy amplio en posibilidades como queda demostrado en la Historia del Arte.
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